Tengo la doble sospecha de
que la escritura de esta novela parte de un diario personal del
estudiante que todavía es su autor, y de que su manuscrito original apenas ha
sido editado por nadie más que él. Eso está bien, porque nos hemos acostumbrado
demasiado a que los adultos sean quienes seleccionan vivencias o fantasías de
su adolescencia para pasarlas por el filtro de la nostalgia, cuando no de la
idealización y, definitivamente, de la literatura.
Daniel Rabal Davidov cuenta
su experiencia adolescente sin filtros, tal cual en el momento en que sucede, y
entiendo que lo que cuenta le ha sucedido de verdad, pues todas los
detalles coinciden con lo que él mismo hace público, por ejemplo, en su cuenta
de Facebook.
Por otro lado, esta
inmediatez afecta a la novela en sí misma, en la que no hay personajes
como tales, sino personas que aparecen y desaparecen como en la vida real.
Aquí no hay intriga o conflicto que se nos plantee. Simplemente, un año en la
vida de un chico de 16 años.
Su voz se caracteriza por
un enorme candor junto a una desbordada tendencia a lo sublime. Este es otro de
los valores de su escritura, que por otra parte también la lastran en su exceso
de Mayúsculas y exclamaciones. Tal y como se muestra, Daniel es un completo
neo-romántico, con ansias de Absoluto y Elevación. A ras de suelo, esto se
traduce en lo habitual de todo adolescente: sexo, música y política, llevados
al extremo de la Pasión, ya sea por propia personalidad o por lecturas
desmesuradas de Lord Byron.
Pero Daniel no es ni un
Rimbaud ni un Lolito. En realidad, tiene todavía mucho de niño. Su mundo es el
de las discotecas sin alcohol, los veranos en la playa, los paseos por una
ciudad (Madrid), llena de luz y promesas, que todavía no le ha mostrado sus
miserias.
La única droga mencionada
es la propia adrenalina. El sexo llega poco más allá del juego de atrevimiento
o verdad y el petting. Es así su reconfortante ingenuidad, en la que
cada centímetro de piel acariciado (por debajo o por encima de la ropa) es un
paso emocionante en la vida. En cuanto a la política, amo su pensamiento limpio
de ideología, con todo y sus contradicciones — a mí también me desesperan
los piji progres, Daniel!
En cualquier caso, este
libro es un debut genuinamente inmaduro, al que hay que apreciar tal y como se
entrega, sin pedirle más. A mí me ha ofrecido sorpresas muy agradables, como la
palpable fisicidad de los encuentros entre muchachos y muchachas libres en
estos tiempo de tiranía de lo virtual. Gracias, Daniel, por recordarnos el
valor de cada conversación, cada momento compartido con los amigos, cada beso
único.
--- "Las brillantes luces de la ciudad", de Daniel Rabal Davidov, ha sido publicada por Amargord Ediciones.
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