domingo, 14 de febrero de 2016

SIRENAS, por Sarah Howe




piquerel, 1 - m. Lucio joven; varias clases más pequeñas de lucio norteamericano
piquerel, 2 -m. Pequeña ave zancuda, esp. el correlimos, Calidris alpina



La veo con claridad, como si yo misma la hubiera conocido:
            la mirada presta de Jane en el poema de Roethke
esa delicada elegía para una de sus estudiantes que cayó
            de su montura. Mi verso favorito fue siempre su
sonrisa esquiva de piquerel. La chispa que cruza su cara
            y el río de mi pensamiento, tan rápida y brillante                                         
y tímida como el plateado alevín de pez que, visto
            y no visto, se esconde en las turbias aguas y las algas;
una espiral de verde y burbujas, todo lo que deja atrás.


Estaba tan segura de la vitalidad de la chica muerta,
            su sonrisa derribada, como por un traspiés,
hasta que una tarde lluviosa de Cambridge, paraguas
            en mano, me dirigí a la calle Magdalene al encuentro
de un viejo amigo. Traspasamos la puerta de El Piquerel
            bajo su letrero con el pez retorcido; tras una copa
la conversación recayó en Roethke, su sonrisa de piquerel, y
            yo tuve una de esas visiones, primero borrosa y luego
enfocada, como en un ajuste óptico de la imagen, cuando descubres


cuánto tiempo has estado viendo las cosas de manera equivocada.
            Nunca había reparado que en cada estrofa, incluso en la primera,
Jane es un pájaro: una curruca o pinzón, inquieto polluelo.
            ¡Me había confundido de piquerel! En mi cabeza, su
sonrisa evolucionó abruptamente: ahora, el pico alargado
            de un ave zancuda, un correlimos o agachadiza, apareció
en escena. Vi con una nueva luz las temerosas zancadas
            de la chica, su cabeza proyectada, su torpeza cercana
a la gracia, deambulando sobre el espejo embadurnado


del lodo de un estuario. En Homero, las erinias son criaturas
            voladoras a las que las Musas cortaron las alas como castigo.
En el Renacimiento, las plumas les serán cambiadas
            por una cola escamosa de sirena. En el emblema de Alciato
(impreso en Padua, 1618), el grabado muestra un par
            de doncellas con garras de gallina, que prometen revelaciones
mántricas a un Ulises ligado al mástil. Pero la subscriptio
            habla de mujeres contra naturam, provistas de partes
traseras de pez: pues la lujuria produce monstruosidades.


O tomemos el comienzo del Ars Poetica de Horacio,
            donde amonesta a los poetas que osan demasiado y juntan
lo violento con lo manso, serpientes con pájaros, creando espantos
            tales, dice, como una bella cintura culminada en
un negro y horrible pez. La chica-piquerel nada a través
            del trampantojo de mi imaginación como un juego
de perspectivas, una fotografía ondulada: pez por un lado
            ave por el otro. ¿Pudiera ser que Roethke aludiera
al extraño doble sentido de la palabra? Ni padre


            ni amante. Un tutor observa a la chica respetuosa que
una tarde de invierno llama a la puerta de su estudio,
            y comprende la reticencia de Horacio a las fantasías.


-- un poema de Sarah Howe ("Loop of Jade" - 2015, Chatto Poetry)
-- versión española de Tive Martínez, 2015

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