lunes, 8 de mayo de 2017

"Píldoras de papel", de Ana Patricia Moya (reseña)




"Píldoras de papel" (Huerga & Fierro, 2017) o poemas como cápsulas medicinales. ¿Para curar qué dolencias? Me temo que sean muy variadas y existe la sospecha de que la poesía también pueda ser causa de males.

Ana Patricia Moya (Córdoba, 1982) titula "Sonámbula" al primer bloque de sus poemas, que bien podría llamarse 'insomne' o 'zombi'. En cualquier caso, se refiere a una mujer pues queda claro que estamos en el ámbito de la mujer desde la cita inicial de Adrienne Rich—, una adolescente torturada por los monstruos que habitan su mente. 

La niña de 16 años ha descubierto que Dios no existe, y el mundo no tiene sentido. Tras la agonía de la revelación, tendrá que aprender a convivir con esa espantosa lucidez. En un primer momento, los ansiolíticos funcionan. Pero con el tiempo, no hay química que pueda enfrentarse a la realidad de Ciudad Angustia.

Estos primeros poemas, en los que la poeta se reconoce en su época más oscura, son de lectura engañosamente fácil. Varios de ellos están armados sobre una estructura atormentada, con versos en permanente conflicto con la métrica y los buenos modales. Es la marca de la casa:

"Sin asomarme a la taza del váter
                                                                       mastico mierda todos días."

El segundo bloque de poemas, "Peter Pan y sus fantasmas" —tan extenso y contundente que daría para un poemario suelto por sí mismo— cuenta un cuento de la vida en el que los príncipes son lobos y cerdos y, las princesas, cerdas y brujas. 

Es un cuento agridulce con altas dosis de realidad, de la que no se libran ni los peores villanos: Garfio, el Hombre del Saco, la Reina de Corazones. Todos pasan por un filtro de grisura urbana donde las coronas son de cartón de Burger King.

Decir que estos poemas son relecturas feministas de cuentos infantiles y pelis Disney es demasiado obvio. Hay más. Hay un fondo de dolor, de pura misantropía que no repara en géneros, de la que solo salva la ocasional ternura cuando la poeta se identifica con la hormiga —la de la fábula, de la que se aprovechan las cigarras—, con Pulgarcita o con la loca de Alicia.

"Sí, yo le he arruinado la vida a Peter Pan
  y a sus secuaces,
  pero él me traicionó
                                               me traicionó

            porque no existe el refugio de la felicidad eterna
                        porque no puedo ser niña para siempre."

Los últimos dos bloques son de menor extensión, como una especie de anexos. "Eso extraño que llaman amor" incluye poemas con variaciones sobre los horrores románticos. Para acabar, "Mi corazón es una tundra" revisita Disney —y Pixar— con poemas de una técnica más experimental que incorpora citas de Isla Correyero y de nuevo A. Rich.

"Solo nos queda escribir
testamentos únicos de supervivencia
para escapar de la locura

                                                                       para dar sentido a tanto dolor."


-- una reseña de Tive Martínez, 2017 
-- "Píldoras de papel" de Ana Patricia Moya ha sido publicado por Huerga & Fierro editores, 2017

sábado, 22 de abril de 2017

"Diário da piscina" de Luís Capucho (reseña/resenha)




Es evidente la preferencia de Luís Capucho como narrador por los espacios cerrados, tan perfectamente acotados que el lector puede dibujar en su mente un plano de cada uno de ellos. Así, la sala porno propicia al sexo anónimo de "Cinema Orly" (Interlúdio, 1999), la casa de huéspedes hostiles de "Rato" (Rocco, 2007), incluso el autobús en peregrinación al Santuario de Aparecida de "Mamãe me adora" (Edições da Madrugada, 2012).

En esta ocasión se trata de una piscina donde el protagonista realiza sus ejercicios de rehabilitación entre monitores de cuerpos atléticos y sus alumnos en diferentes estados de desahucio: el niño con senilidad precoz, la señora sin pierna, el viejo demente, el joven Down, el japonés con sobrepeso. El contraste de los cuerpos jóvenes magníficos y los otros cuerpos con taras —entre los que se cuenta el del narrador, inspirado en las secuelas motoras de la enfermedad del autor— recuerda mucho al que existía en el submundo del Orly, a su vez reminiscente de la caverna de Platón.

También en el aspecto espacial hay similitudes, con espacios paralelos como las gradas, los lavabos/vestuarios, la fuente. Pero hay una diferencia notable entre "Diário da piscina" y "Cinema Orly" que tiene que ver —como toda la obra de Capucho, donde se confunden la autobiografía y la ficción— con las distintas condiciones vitales en que han sido escritas las dos novelas. 

"Cinema Orly", su extraordinario debut literario, fue un caso perfecto de escritura al límite, comenzando por el hecho de que el propio autor se encontraba en aquel momento al borde entre la vida y la muerte. Su actitud, entonces, fue profundamente confesional, pura visceralidad que no reparaba en las consecuencias. De nuevo, en "Diário da piscina", vuelve Capucho a hacer una ejercicio de memoria pero,  en contraste con la rabia por la expulsión del paraíso que había en "Cinema Orly", esta vez se trata de un paraíso conquistado en el que el componente diabólico, que siempre acompaña a la mirada del narrador en todas sus obras, acaba siendo integrado, acogido.

Infierno y Paraíso siempre se confunden en la óptica maldita de Capucho. Pero ahora, cuando el cuerpo enfermo comienza a recuperar la salud, no hay paraíso perdido: la piraña vieja —un eco de aquel traíra, el solitario pez depredador que merodeaba en la oscuridad del pantano del Orly junto a otros seres reptilianos— se desliza plácidamente en las aguas luminosas de las piscina.

Todas las imágenes florales y faunísticas de esta nueva novela hacen referencia a una selva primordial, un lugar de inocencia salvaje. La pureza del agua y de la luz dan la clave de esta obra, que es la mirada pura con la que el narrador participa en la pequeña sociedad cerrada en torno a la piscina. 

Debo explicar mejor a qué me refiero con este concepto. La mirada de Capucho es pura porque es única: nadie más tiene esa mirada, ni en la literatura brasileña ni en ninguna otra. Su mirada recibe y acepta los cuerpos de las otras personas como nadie más es capaz, con una sensibilidad que va más allá de lo lascivo. Nunca hay agresividad —por más que al narrador le guste de vez en cuando posar irónicamente de malo— en esa mirada que ennoblece la materia, embellece lo cotidiano, la ruindad y decadencia de los cuerpos. No es mirada de piraña vieja: los cuerpos quedan reducidos a su materia primigenia. Es mirada de rayos-x que los desnuda de ropajes socio-culturales para dejarlos sin impurezas, sin disfraces o máscaras.

En este sentido, es significativo el uso de referencias clásicas greco-romanas. Los personajes tienen nombres latinos, como el del propio narrador —Cláudio, seguramente inspirado por el famoso emperador tullido—, el escenario recuerda a unas termas y también a un anfiteatro. Los jóvenes monitores adquieren, por último, la condición de dioses del Olimpo. La propia estructura de la novela, en entradas de diario en las que se repiten los mismos mínimos sucesos día tras día a lo largo de un año, contribuye a la sensación de eternidad, del ser detenido en su perfección.

Una novedad importante de esta novela con respecto a las anteriores —y que abre la posibilidad de nuevos registros para el autor— se da en los trayectos en autobús, de casa a la piscina, en los que este peculiar voyeur arranca los velos del Brasil tópico y sensualiza lo que otras miradas menos políticas —de nuevo en el sentido clásico, de foro público— solo miran con distancia y asco.

......................................... 




É evidente a preferência do Luis Capucho -como narrador- pelos espaços fechados, tão perfeitamente dimensionados que o leitor pode desenhar na sua mente um plano de cada um deles, bem seja a sala pornô propícia ao sexo anônimo do "Cinema Orly" (Interlúdio, 1999), a casa de hóspedes hostil do "Rato" (Rocco, 2007), mesmo o ônibus em peregrinação ao Santuário da Aparecida do "Mamãe adora me" (Edições da Madrugada, 2012).

Nesta ocasião, trata-se de uma piscina onde o protagonista realiza exercícios de reabilitação entre instrutores atléticos e outros alunos em diferentes estados de desalento: a criança com início precoce da senilidade, a senhora sem perna, o velho louco, o jovem Down, o japonês com sobrepeso. O contraste dos lindos corpos jovens e os corpos tarados - incluindo o corpo do narrador, no rescaldo das próprias doenças do autor- faz lembrar muito do Orly, em volta reminiscente da caverna de Platão.

Também no aspecto espacial existem semelhanças, com espaços como as escadas/arquibancadas, banheiros/vestiários, a fonte/bebedouro. Mas há uma diferença notável entre "Diário da piscina" e "Cinema Orly" que tem à ver - como todo o trabalho do Capucho, onde você confunde autobiografia e ficção- com as diferentes condições nas quais foram escritos o dois romances.

"Cinema Orly", sua extraordinária obra literária de estréia, foi um perfeito caso de escrita nos limites, começando com o fato de que o próprio autor era nessa altura na borda entre a vida e a morte. A sua atitude, então, foi profundamente confessionária, atitude visceral que não repara nas consequências. Novamente, no "Diário da piscina", ele fez um exercício de memória mas, em contraste com a raiva pela expulsão do Paraíso no "Cinema Orly", desta vez é um paraíso conquistado. O componente diabólico que acompanha sempre o narrador em todas as suas obras, acaba sendo integrado: o anjo caido é feito hospede.

Inferno e o Paraíso sempre ficam confusos na óptica maldita do Capucho. Mas agora, quando o corpo doente começa a recuperar a saúde, não há paraíso perdido: a piranha velha - um eco daquele traíra, o predador solitário na escuridão do pantanal de répteis que era o Orly- desliza-se pacificamente nas águas da piscina.

Todas as imagens de flora e fauna deste novo romance fazem referência a uma floresta primária, um lugar de inocência. A pureza da água e da luz são a chave do olhar puro com que o narrador participa na pequena sociedade fechada à volta da piscina.

Gostaria de explicar melhor o que quero dizer com este conceito. O olhar de Capucho é puro porque é único: mais ninguém tem esse olhar, nem na literatura brasileira ou em qualquer outro lugar. Seu olhar recebe e aceita os corpos das outras pessoas com uma sensibilidade que vai além do ato libidinoso. Nunca é agressivo -por mais do que o narrador gosta ocasionalmente de ficar no lado escuro-,  é olhar que enobrece, embeleza o dia-a-dia, a miséria e a decadência dos corpos. É um olhar de piranha velha, sim, no entanto reduz os corpos à sua questão primordial. É olhar de ráio-x que tira o manto socio-cultural dos corpos para deixá-los sem impurezas, sem fantasia ou máscara.

Neste sentido, é significativo a utilização de referências clássicas greco-romanas. Os personagens têm nomes latinos, tais como o próprio narrador - Cláudio, certamente inspirado pelo famoso imperador aleijado-, o cenário recorda banhos termais e um anfiteatro. Os instrutores jovens assumem, finalmente, o status de deuses do Olimpo. A estrutura do romance, entradas de diário em que são repetidos os mesmos eventos dia após dia durante o percurso de um ano, contribui para a sensação de eternidade e de ser preso em sua perfeição.

Uma importante novidade deste romance com respeito aos anteriores -e que abre a possibilidade de novos registros para o autor- está presente nas viagens de ônibus, fora de casa para a piscina, em que este peculiar voyeur sensualiza os tópicos do Brasil pobre e contribui na política -de novo no sentido clássico, de fórum público- ao contrário de outros olhares que o olham com distância nojenta.



-- reseña/reseña de Tive Martínez, 2017

-- "Diário da piscina" de Luís Capucho (É selo de língua, 2007)

miércoles, 22 de febrero de 2017

PROSAS REUNIDAS de Wisława Szymborska (reseña)


Szymborska es una de las pocas unanimidades en el proceloso mundo de los gustos literarios. No creo que haya nadie que la haya leído y no la adore. Esa mezcla suya de humor negro, pesimismo humanista, curiosidad infinita, compasión y ternura desairadas, la convierten en consuelo de lectores en busca de conocimiento y mano amiga, sin dogmatismos ni falsas euforias.

Este libraco —editado con la habitual alta calidad de Malpaso— reune todas sus muy personales reseñas de lo que ella misma llamó "lecturas no obligatorias". Es decir, esos libros que uno compra y lee por placer, nunca por compromiso, guiado por cualquier razón menos la de su supuesta calidad literaria o profundidad temática. Incluso esos libros que el lector formado nunca reconoce haber leído: guías prácticas, amenidades, libros de autoyuda y pseudociencias varias.

"¿Por qué estoy leyendo este libro? No tengo la menor intención de instalar un terrario en casa. Y aún menos un acuaterrario. No tengo pensado criar anfibios ni reptiles, por muy bonitos que sean. (...) En fin, que no soy la destinataria idónea de este libro. Solo lo estoy leyendo porque, desde prqueña, me produce placer acumular saberes innecesarios".

Éste es el tono en el que Szymborska redacta sus maravillosas reseñas. El libro puede abrirse al azar para regalarse una buena sonrisa. Diarios, libros de memorias de los personajes más subalternos: todo pasa por el filtro de un sano escepticismo que, sin embargo, proclama la vida.

"El humor es el hermanito pequeño de la seriedad. Son algo así como Epi y Blas, pero en formato cósmico. Y entre hermanos hay siempre una tensión constante."

Ya sea el típico manual de bricolage, un curso de yoga, un calendario, los "Entremeses" de Cervantes "Pobre Cervantes. No consiguió en su vida nada más que eternidad"— o la frikada de una biografía del cómico Benny Hill, el lector encontrará numerosos párrafos que subrayar en fosforito para entretenimiento y enseñanza.

"Hay algo irritante en la manera en que algunos poetas escriben sobre la poesía. Escriben como si ésta albergase aún secretos absolutamente inalcanzables para otros géneros."




--"Prosas reunidas", Wisława Szymborska. Traducción de Manuel Bellmunt Serrano. 2017, Malpaso.

-- una reseña de Tive Martínez, 2017

lunes, 9 de enero de 2017

"GenES", de Zhivka Baltadhzieva (reseña)



Las palabras corrompidas se purifican cuando un nuevo hablante las devuelve a la vida. Es el caso de Zhivka Baltadzhieva (Sofía, 1947), búlgara por nacimiento y cultura, quien ha adoptado el español como residencia de sus traducciones y poemas propios.

Escarabajos de raro cristal amarillo, pliegues
de hojas esmeralda, agarrotadas garras traslúcidas,
sucios restos de plumas, pico abierto y los ojos
charcos.

La mirada nebulosa se agiganta, se cierne
sobre el infinito.

Trepan hormigas por la nubes.

Un pájaro roto por aquí, en ese taller
de desmontaje, trastorna lo inmediato,
lo inabarcable,

lo interior.

Por su larga trayectoria, Zhivka sabe de la belleza y el horror, la ternura y la violencia que, como toda creación humana, contienen las palabras. A diferencia de poetas que se hunden en el desengaño y la acritud, o al menos recurren a la ironía —o al humor negro, por nombrar a la polaca Wislawa Szymborska, con quien comparte percepción de la ausencia de distancia entre la eternidad y el instante— ella solo pregunta e indaga, porque carece de respuestas.

Acurrucarme en una vocal prolongada,

en la umbrosa mirada del paisaje.
Salvarme allí.
¿De la muerte? ¿De la vida?
¿De connotaciones y sugerencias?
¿Por qué ser consciente
y no simplemente respirar redención, redimirme?
El Gran Colisionador de Hadrones
recrea el principio y el fin,
mis inconsistencias,
mi amor absoluto,
el tóxico sueño del núcleo,
el filamento del horizonte sobre mi piel,

sobre tu piel.

Ese cuestionar constante la hace valerse del vocabulario científico —con sus raíces griegas, tan apelativas para un poeta— para tratar de dar nombre a una realidad que se encuentra en permanente cambio. Todo un ejemplo de método inductivo aplicado a la construcción de poemas que, en sus manos, resultan demoledores de certezas, críticos con la actualidad tecnológica —que no es tanta, pues ya existían, como ella sabe, cuchillos en Atapuerca— al tiempo que fascinada por la maravilla natural, cuando no estremecida al descubrir sus extravagancias:

Los telescopios pretenden haber visto

cómo un agujero negro
escupe una estrella y la expulsa
de la Galaxia...

- ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!

No, no hacemos otra cosa, no hacemos otra cosa,
excepto repetir y repetir,
repetir y repetir
los gestos

de lo no-orgánico.

Asistir al temblor de nuestro idioma, recién nacido en la voz pequeña de Zhivka Baltadzhieva, es una experiencia vivificante.



-- una reseña de Tive Martínez, 2017 

-- "GenES" ha sido publicado por Amargord Ediciones


sábado, 1 de octubre de 2016

"El día teme perder su claridad", por Ausiàs March (versión libre)


 




El día teme   perder su claridad
cuando la noche  esparce sus tinieblas
Las alimañas  no pueden pegar ojo
y los enfermos  se giñan de dolor

Los delincuentes  quieren que nunca acabe
pues sus delitos   pasan inadvertidos
Y yo que vivo  mucho peor que ellos
siendo un buenazo  quiero que acabe pronto

Por otra parte  es peor que si matara
mil bebés juntos  sin muestras de piedad
Y mis estudios  de bien poco me valen
Que no penséis  que el día me da tregua

Porque de noche  le doy al coco mazo
para en el día  causarme mayor pena
Miedo a morir  o acabar en el trullo
no duelen prenda  me boicoteo solo

My nerdy girl  desgasto las neuronas
buscando el modo  de atarte a mi cama
Un no parar  me doy muy mala vida
Será mi fin  si tú no lo remedias



- versión libre y actualizada del Canto XLVIII del caballero valenciano Ausiàs March (1400-1459)
- por Tive Martínez, 2016 
 

martes, 5 de julio de 2016

GRETEL Y LA BRUJA, de Kate Durbin



Dos polluelos comunes,
Expulsados del nido por el pico hambriento de sus progenitores,

De pie en un jardín sin frutos,
Un cacho de pan rancio en medio.

¿A dónde vamos? pregunta el niño.
¿Cómo voy a saberlo? dice la niña. ¿Acaso estamos en un centro comercial?

Los dos, por descontado, conocen el camino —
Se sale por donde se entra, sin derecho de regreso al triste cascarón.

Mientras las negras ramas crujen y suspiran,
El niño manosea el pan.  Lo aprieta contra su gusanito travieso.

¿Tienes hambre? dice lloroso.
Dámelo, dice la niña, que atrapa la rebanada

Y arroja migajas como cebo a su espalda.
Pero cuando su estómago comienza a maullar

Como los gatos oscuros encaramados a los árboles,
La niña mira el reseco pastel con ojos seductores.

Entonces es que los dos se dan de morros con la morada de los sueños.
¡La casita de caramelo! ¡Chuchelandia! ¿Será posible?

Humo color rosa rezuma por la chimenea de menta;
Miel desbordada inunda la brisa.

Entonces, si sus cerebritos funcionaran lo suficiente como para anticiparse,
Ellos se preguntarían:

¿Qué bebés y abejas atrae este lugar?
Pero el hambre hunde cualquier investigación literaria.

Mirad cómo salen disparados el niño y la niña, lengua por delante y ciegos,
Hacia esa dulce superfície.

Mirad cómo la bruja observa detrás de la ventana,
Dando golpecitos a sus dientes con la uña.

La niña, con la boca pringosa y hasta arriba
de calorías vacías,

Lanza una mirada azucarada y depredadora hacia el trasero de su hermanito,
Que está volcado sobre la valla de pan de gengibre.

Media hora más tarde, cuando la bruja sale a la pegajosa luz del sol,
Lenguas de llamas lamiendo sus entrañas,

Se queda pasmada ante la cara y los bracitos bien horneados de la niña
Sobre el césped cristalizado: profundo sueño de satisfacción.

¿Y quién es ese pequeño esqueleto a su lado, también dormido,
mientras abejas chupan amorosamente los últimos jugos de su calavera?



 -- “Gretel and the Witch” es un poema de Kate Durbin, incluído en The Ravenous Audience (Black Goat/Akashik Books)

-- traducción de Tive Martínez, 2016 

POEMA SOÑADO

  Quem vem vindo ali / tá capengando numa perna só Só pode ser coisa ruim / como bem já dizia minha vó (Paulo César Pinheiro) Nuestra casa, ...