martes, 13 de noviembre de 2018

EL FUNERAL DE LOLITA, de Luna Miguel (reseña)




No es posible que yo haga una reseña imparcial de este libro. No lo he leído de esa manera, sino apasionadamente. Tuve la mala idea de leer antes la crítica del catedrático Sanz Villanueva para El Cultural, que me dejó muy mal cuerpo. Este señor y yo no nos parecemos en nada. O sea, yo también soy un señor mayor, pero no concibo “El funeral de Lolita” como ejercicio mediocre de una escritora de poemas juveniles, como él da a entender.


Tanta condescendia me predispone a leer una cosa medio hecha, un subproducto literario. A eso se suma el temor a que la Luna Miguel narradora no me llegue tanto como la Luna Miguel poeta. Porque, claro, ya sabemos que un poeta no puede ser bueno también en otros campos de la creación, como un pintor no puede componer música. Mi propia devoción por la poeta se vuelve en su contra.

El primer párrafo del libro entra muy bien: “Si tuviera una cuerda en la tripa, al menos podría tirar de ella para escapar a algún lugar lejano, o quizá para deslizarse hacia dentro de sí misma y quedarse ahí escondida, a oscuras entre las vísceras, calentita y tranquila. Pero no estaba tranquila: aquello en su estómago aleteaba como una polilla alrededor de un fluorescente. Algo así como el primer rugido del hambre”. ¡Qué alívio al reconocer en ese vuelo de polilla el viejo territorio-Luna! “Sus alas de metal lijando las paredes gástricas”.

Pero pronto surgen los primeros problemas que siempre tengo con toda novela, empeorados por las expectativas. Los dichosos nombres de personajes. ¿Por qué Roberto y no Arturo? ¿Fernanda y Amador son nombres de personas creíbles? ¿En serio que la protagonista se llama Helena Rodríguez Zurita? ¿Alguien puede llamarse Seb? Detalles que atormentan al lector neurótico.

Otro punto en contra es que, en mi soberbia de fan que lo cree saber todo, creo encontrar a cada momento guiños al entorno público y privado de la propia Luna. Los referentes conocidos, de El libro de Monelle al recorrido vital Almería/Madrid/Barcelona. El cameo de su alter-ego, Lola Font. De nada ayuda que la portada del libro sea un retrato artístico de la autora encarnando a su personaje. ¿En serio que me va a contar su pasado de lolita, su rollo con un profesor de literatura en el instituto?

Aunque lo peor es aceptar los momentos neutrales de la narración. Comienzos de capítulo como este: “Quedaban pocos minutos para las diez y media. Helena pidió un vino blanco y unas olivas, y marcó el teléfono de la única persona a la que deseaba escuchar”. Toda una prueba para quien se ha acostumbrado a sentir una sacudida en cada poema.

Por suerte no detengo la lectura. Precisamente son los supuestos defectos que el catedrático señala los que me animan a continuar. Me gustan esas frases cortas sueltas. Las imágenes poéticas excesivas. Los coños y las pollas. Y en particular, esos atormentados monólogos interiores de Helena, que me permiten entrar en su cabeza. El lenguaje, en definitiva.

Porque esta novela breve, más allá de lo pequeño de su trama y su pequeña intriga, es un verdadero trabajo de lenguaje —¡al final será verdad que es la novela de una poeta! He disfrutado con la recreación del diario de una adolescente enferma de literatura. Es llegar a ese capítulo clave en mitad del libro y comenzar a sentir el estremecimiento. A partir de ahí me atrapa hasta el final, un final de película japonesa con su tricofobia incluida, para el que nos va preparando a lo largo de la novela.

Otro gran acierto es hacer que la protagonista sea crítica gastronómica, en una novela donde curiosamente no hay consumo de pornografía. Uno se atraganta con la descripción de los platos de lujo. Ese derroche de vinos caros con el que solo de pensar causa arcadas. Con certeza, “el sexo empacha” cuando solo se trata de engullir carne cruda.

“El funeral de Lolita” es el relato de un ajuste de cuentas con el pasado. Una psicomagia efectuada sobre el recuerdo traumático. La evocación de la adolescencia como el estado más vulnerable, pero también el más poderoso—y su definitivo entierro. Sus protagonistas están atrapados en el lado oscuro del deseo, azuzados por el veneno de las palabras de los malditos poetas.

Y los putos cabrones profesores de literatura.


-- una reseña de Tive Martínez, 2018

-- "El funeral de Lolita" de Luna Miguel ha sido publicado por Lumen.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lo Odio (poema)

Odio toser  Odio estornudar Odio sudar Odio beber  Odio mear Lo que más  Odio  es  comer Odio  cagar — un poema de Tive Martínez, 2024