-- una reseña de Tive Martínez, 2016
A
María le gusta decir que escribe desde el enfado de la niña que habita en su
interior. Entiendo el cabreo de la
niña. Con la adolescente que la
traicionó, y todavía más con la persona adulta, que merece patada en toda la
tripa y mucho más. La niña que defiende su vida con uñas, mordiscos y tacos.
Hay
una veintena de niñas enumeradas en este libro. Es inútil catalogarlas: son
todas la misma y podrían ser muchas más. Todas comienzan saludando —"soy
la niña"— pero son unas maleducadas, unas verdaderas descaradas: la niña
que se masturba, la niña que solo quiere follarte, la niña que ya no te ama.
Imaginad
lo que diría Alice Liddell al diácono que le tomaba fotografías. Nosotros somos
ese sujeto timorato que se contenta con guardar su imagen bien escondida en
blanco y negro, para que no nos meta en líos. Para que la niña no se desmadre.
La
niña de María es nuestra porque nosotros la delatamos también y la vendimos.
Para hacernos mayores y dejar de ser libres. Pero ella no perdona que
asumieramos una sola identidad— "soy la mujer", "soy el
hombre"— asimilable por todos.
Por
eso, la niña se trasviste de marinero. Trabaja en el taller mecánico. Es la
niña con canas y la que dilata en el ginecólogo. La niña rebelde a la rueda de
la edad, al género. Al demonio del amor romántico.
A
María también le gusta decir que ella no es poeta. Poeta sería un artista muy
importante que construye una obra muy definitiva. Los poemas de
"Niñas" han sido escritos, por el contrario, visceralmente. Sin
reparar en formas ni convenciones, con cierto surrealismo cotidiano. Sin
disculpas ni subterfugios. Que para eso los adultos nos bastamos solos.
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"Niñas", de María Castrejón ha sido publicado en 2016 por Huerga
& Fierro
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