No conozco a nadie ya
que aguante en pie
toda la noche.
Sería divertido
oír que alguien
cansado de verdad
llega andando
sube los escalones
y llama a la puerta.
Ven aquí
a compartir la lluvia
conmigo. Tú.
Sería fantástico asistir
al estremecimiento
del universo. Qué viejo
debe de ser todo,
todo esto.
Qué lento va, humeando
el café, una mañana
preciosa,
los pelitos más pequeños
se hacen visibles
en la piel de los
árboles.
Es lo que más me gusta,
no lo sabe nadie
la dulzura, cuando mueve
tus labios en silencio.
Y te cierra los ojos toda
la noche.
Es mucho mejor
despojarme
del terror, y que la luz
pase a través
de la pintura que adherí
en la ventana,
antes, cuando estaba
asustada.
Es genial, realmente
genial.
Los árboles sostienen el
mundo
y el tiempo
se mueve lento.
Siquiera un cuerpo se
desvanece
y escoge un lugar
en cualquier lado donde
me gustaría poner el
hocico
y planta un corazón
en el mundo
sin voz.
Llamo a la puerta.
Es ridículo. Oír
el eco de regreso,
protegerme con el brazo
para detener esos putos
trailers, mis
pretensiones
de disolverme
en esa dulzura.
-- un poema de Eileen Myles, incluído originalmente en su libro "Not Me" (Semiotext(e), 1991)
-- traducción de Tive Martínez, 2016
-- fotografía de Chris Felver / Getty
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