(en el Centro de Deportación)
Pues, creo que el hogar me largó de
un escupitajo, los apagones y toques de queda como lengua que remueve el diente
suelto. Dios, ¿sabéis lo que cuesta hablar del día en que la ciudad de una te
arrastra de los cabellos, más allá de la antigua prisión, más allá de las
puertas del colegio, más allá de los torsos ardiendo izados en postes como
banderas? Cuando encuentro a otros como yo, reconozco la nostalgia, la
ausencia, el recuerdo de la ceniza en sus rostros. Nadie abandona el hogar a
menos que el hogar sea la boca de un tiburón. Tanto tiempo he estado portando
el viejo himno en la boca que no hay espacio para otra canción, otra lengua,
otro lenguaje. Sé de la vergüenza que envuelve como sudario, que te sepulta por
completo. Rompí el pasaporte y me comí los pedazos en el hotel del aeropuerto.
Estoy harta de un lenguaje que no puedo permitirme olvidar.
*
Me preguntan ¿cómo llegaste aquí? ¿No lo veis en mi cuerpo? El desierto de Libia
rojo de cuerpos inmigrantes, el Golfo de Adén a rebosar, la ciudad de Roma sin
abrigo. Espero que el viaje se resuelva en algo más que kilómetros porque todos
mis hijos están en el agua. Creía que el mar era más seguro que la tierra.
Quiero hacer el amor, pero mi pelo huele a guerra y a huída, a huída. Quiero
acostarme, pero estos países son como parientes que te tocan cuando eres joven
y estás dormida. Mirad esas fronteras, son bocas espumeantes de cuerpos rotos y
desesperados. Tengo el color del sol a fuego en el rostro, nunca enterraron los
restos de mi madre. Pasé días y noches en el estómago del camión; no salí
siendo la misma. A veces siento que otra lleva puesto mi cuerpo.
*
Sé pocas cosas que sean verdad. No
sé adónde voy, de donde vengo desapareció, no soy bienvenida y mi belleza no es
belleza aquí. Mi cuerpo arde con la vergüenza de estar fuera de lugar, mi
cuerpo es puro anhelo. Soy el pecado de la memoria y la ausencia de memoria.
Veo las noticias y mi boca se vuelve un lavadero lleno de sangre. Las colas,
los formularios, la gente en los mostradores, las solicitudes, el funcionario
de inmigración, las miradas en la calle, el frío instalándose en lo profundo de
mis huesos, las clases nocturnas de inglés, lo lejos que estoy de casa. Pero bendito sea Alá todo es mejor que el
olor de una mujer cubierta de llamas, o un cargamento de hombres que se parecen
a mi padre, arrancándome dientes y uñas, que catorce hombres entre mis piernas,
o una pistola, o una promesa, o una mentira, o su nombre, o su hombría en mi
boca.
*
Los oigo decir vete a casa, los oigo decir putos
inmigrantes, putos refugiados. ¿De verdad son tan arrogantes? ¿No saben que
la estabilidad es como el amante que demora un segundo en tu cuerpo; al
siguiente eres un temblor tirada en el suelo cubierta de escombros y monedas sin
valor esperando su regreso. Solo puedo decir que una vez fui como vosotros, la
apatía, la pena, el internamiento con despego, y ahora mi hogar es la boca de
un tiburón, ahora mi hogar es el cañón de una pistola. Os veo en el otro lado.
-- un poema de Warsan Shire ("Teaching My Mother How To Give Birth", Mouthmark Series, 2011), fotografía de Amaal Said
-- traducción de Tive Martínez, 2016
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