-- una reseña de José María Martínez, 2015
No
puedo evitar el chiste: Malos Pasos
nació con buen pie en 2013 como blog en el que Álvarez & Hernández
compartían textos literarios de su autoría. En la actualidad, su plantilla ha crecido con la incorporación
(virtual o incorpórea, gracioso estoy) de otra pareja singular (eso también
hace risa, haha), la formada por Sonrics & Rangel. Es lo más lógico que las
primeras publicaciones de Malos Pasos, convertida ya en editorial independiente
y low-cost, sean obras de sus cuatro miembros. Con
tirada de 100 ejemplares en impresora casera, folios doblados y grapas, el
cuarteto de Malos Pasos ha elaborado una colección de poemarios que destacan en
un país tan prolífico como México, donde no escasean los poetas jóvenes.
Comienzo mi desglose con "Los Versos Imaginarios"
de Citlalli Vargas, autora debutante
y, con seguridad, amiga de la buena gente de Malos Pasos —Ya sé que esto saca
de quicio a más de uno, pero no sería normal no publicar en tu propia editorial
a un amigo con talento por aquello del qué dirán. "Los Versos
Imaginarios"
me recuerda a "SERIAL", la obra colectiva organizada por El Gaviero en torno a la ficción
televisiva. Vargas ha hecho una selección muy heterogénea de películas, con versos
a partir de personajes y escenas conocidas de Alfonso Cuarón, Wes Anderson
o Tarantino, y también de otros
directores más o menos conocidos. El mejor elogio que se puede hacer a la
autora es que sus poemas tienen doble lectura: una primera de reconocimiento,
que pone a prueba nuestra cultura cinematográfica, y una segunda más profunda
en la que funcionan por sí solos, con todo y sus resonancias.
Fernanda Álvarez nos lanza un globo sorpresa en "Te Invito A Mi Fiesta Del Fin Del Mundo". Con una característica ironía
desdramatizadora (o será dramatismo irónico?!?), escribe sus poemas de amor y
venganza, de amores sencillos y venganza de la buena, inmersos en la irrealidad
cotidiana. La jefa de Malos Pasos se
mueve aquí con naturalidad entre el territorio LatLit y el de la nueva poesía sentimental a lo Elvira Sastre sin la parte cursi, y a
lo Irene X con más punk mexicano.
Álvarez es una poeta para quererla. A quien le de reparo esto de sentir cariño
por un autor, le sugiero que busque en otro lado poetas más distantes o
apolíneos. Porque Álvarez nos ofrece a raudales compañía y calor humano.
Más
Elvira Sastre encontraremos en "Lola" de Iván Hernández. En un ejercicio de transexualidad poética, mucho más visto
en poetas mujeres que suelen adoptar tradicionalmente un yo masculino, el joven
Hernández se pone en la piel de una chica con baja autoestima que se enamora de
otra a la que sientan bien los uniformes deportivos. El ejercicio es algo así
como una ero-fantasía masculina lésbica que puede servir para rastrear los
tópicos que los hombres nos hemos formado en torno a las mujeres y sus
relacionamientos, pero también es cierto que, si la voz poética no se
nombrara a sí misma como femenina, el
poemario funcionaría igualmente como prototipo de los amores adolescentes, con
su fatalismo ingenuo y sus rimas.
Hernández
es también el excelente autor de "Pixel", poemario de
vocación generacional que se plantea la posibilidad de Internet y las
relaciones virtuales que conlleva como refugio de doble cara: hogar y guarida
de todos los horrores contemporáneos. "Pixel"
no es una loa a la felicidad por las redes sociales, ya que "Internet no tiene todas las respuestas
/ pero afuera me siento como pez en el aire". Es la conclusión
desoladora después de buscar el amor en omegle.com mientras, como ya dijo Berta García Faet, "pasa
la vida sin aportarnos más que pizza".
Estos
cuatro libros son la prueba de que la nueva poesía no puede contenerse en
viejos moldes. Su amplia circulación intercontinental, ya sea en fotocopias o
en pdf, es un reto para los editores de toda la vida. Son nuevos circuitos y
nuevos formatos para la poesía. Nuevos lectores que buscan nuevos autores con
los que comparten experiencias. Escribe Hernández: "No pierdas tiempo conmigo, / mi teléfono puede decirte quién soy,
/ mi computadora puede hablarte de mí./ No pierdas tiempo conmigo, / habla con
mi celular". Y numerosos lectores se identifican con sus versos sin
artificio.
¿Por
qué el amor y otros sentimientos tienen que ser escenificados todavía en
escenarios tradicionales, que llevan sin remozarse desde tiempos de los trovadores
y ya fueron explotados hasta su
agotamiento? Antes se retaba a duelo: ahora se elimina de Facebook. Antes se
enviaban mensajes secretos en flores y pañuelitos: ahora son notas de voz en
WhatsApp. Los dioses y héroes mitológicos de antaño son hoy los protagonistas
de series de TV e ídolos pop. Ni los nuevos poetas beben alcohol en antros
urbanos. Sus lectores frecuentan más Starbucks que bares, donde leen y
comparten poemas en sus pantallas, y su droga son los ansiolíticos.
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