¿Alguien puede soportar una mala traducción, una traducción mala? Ya sé
todo eso de traductor/traidor, que no deja de ser un tópico estúpido. Dime cómo
íbamos a leer a Homero sin traductores. Anda y léete a Dostoievsky en ruso. Léete
a Goethe.
Estoy hablando de esas traducciones funestas, hechas por alguien que se
pasa de listo o que no da más de sí, que de todo hay. Yo he sentido gran desazón,
una mala gana especial, un querer morir -y no de vergüenza ajena, sino por el
daño profundo- ante traducciones de Virginia Woolf, de Stephen King, por poner
ejemplos sangrantes.
Por eso, cuando lees una traducción bien hecha, sensible, respetuosa,
en la que el traductor se ha fundido de alguna manera con el autor original,
eso causa un placer que no se puede medir.
A mí, las traducciones de Silvia Plath que leí hasta ahora, no me
satisfacían. ¡¿Por qué traducen esto así, Señor, dame una razón para no
arrancarme de cuajo el pelo?! Tengo ahora este tomito de Nórdica Libros, con el ciclo completo de
"Three Women", los poemas definitivos de Plath. Y ahora me desespero
por otra razón distinta: ¿por qué el nombre de la traductora aparece en letra
más pequeña y sólo bien adentro, por debajo de la ilustradora?
Anuska Allepuz ha hecho un buen trabajo. Al principio no me gustaba, me
parecía demasiado 'femenino' o 'infantil' para acompañar estos poemas
aterradores, pero cada vez que lo repaso me va gustando más. Su nombre aparece en la portada y en todas las
reseñas y críticas, sin embargo, el de la traductora María Ramos, dime, niña, dónde está, que no lo veo.
Mirad qué bien suenan estos versos, cómo fluyen, cómo llegan:
Mediodía caliente en los
prados. Las flores
se doblan y se funden, y los
amantes
van y vienen, van y vienen.
Son planos y negros como sombras.
¡Es tan agradable no tener
ataduras!
Soy solitaria como la hierba.
¿Qué me falta?
¿Lo encontraré alguna vez, sea
lo que sea?
Los cisnes se han ido. El río
aún recuerda
lo blancos que eran.
Intenta alcanzarlos con sus
luces.
Encuentra sus formas en una
nube.
¿Qué pájaro está gritando
con la voz llena de tristeza?
Soy más joven que nunca, dice.
¿Qué me falta?
Son los versos de Sylvia Plath, quiero decir, de María Ramos.
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