GLOBOS
Desde Navidades han vivido con
nosotros,
inofensivos y claros,
ovalados animales almas,
ocupando la mitad del espacio,
moviéndose y rozando con la seda
de invisibles corrientes de aire,
dando un chillido y un pop
si les atacas, luego escapando a
descansar, casi temblando.
Cabeza de gato amarillo, pez azul---
¡con qué raras lunas vivimos
en vez de mobiliario muerto!
Esteras de paja, paredes blancas
y estos viajadores
globos de aire ligero, rojos, verdes
deleitando
el corazón como deseos o libres
pavos reales que bendicen
suelo viejo con una pluma
batida en estrellados metales.
Tu hermano
pequeño hace que
su globo gima como un gato.
Como si viera
al otro lado un divertido mundo rosa que
se comería,
lo muerde,
luego se sienta
de nuevo, gordo pichel,
a contemplar un mundo claro como agua.
Un rojo
despojo en su manecita.
© Sylvia Plath , 1963 ( traducción de José María Martínez, 2013 )
Los niños
están locos por los globos.
Sus manos se
disparan hacia
esas formas redondeadas que los atraen
como pechos llenos de alimento
y que los adultos
se complacen en hinchar.
Tarde o
temprano descubrirán
que el globo esconde
una cruel
metáfora colorida.
Bota y rebota
con loca alegría
hasta que escapa
para
perderse en lo alto
o estalla
de repente
dejando un
resto flácido y viscoso
y un niño
atónito que rompe a llorar.
© José María Martínez, 2013
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