Lolita Copabana (Buenos Aires, 1980)
debuta como novelista poco después de destacarse como difusora de la Alt
Lit en América Latina, así que no es del todo sorpresa la apariencia taolinesca de “Aleksandr Solzhenitsyn” (Momofuku Libros, 2015), que inmediatamente nos conduce a pensar en “Richard Yates” por
su uso expresivo del nombre de un autor en su título, pero también por
utilizar como nombres de sus protagonistas los de actuales celebrities,
cuyos rasgos más visibles y populares mantienen oblicuamente.
La novela está redactada en un registro
invariable, próximo al informe jurídico o policial, por lo que a lo
largo de sus casi 200 páginas sus personajes aparecen siempre bajo sus
nombres completos. En ausencia de pronombres que los sustituyan y
alivien el relato, esta reiteración de nombres famosos como
identificadores de sus personajes, por increíble que parezca, es
significativa e instigante. Es decir, que el registro elegido, entre la
transcripción pura de hechos y una casi nula introspección psicológica,
tan arriesgado como recurso narrativo, nunca resulta cansado ni
automático.
Al contrario, nos sitúa en alerta permanente.
Es inevitable poner rostro a los protagonistas, conforme a quienes
creemos que son sus contrapartidas en el mundo real. Y cada vez que
leemos sus nombres, nuestra atención es captada al instante, con el
poder de atracción/repulsión que ejerce el famoseo y su glamour.
Esta novela debe ser aceptada tal y como se
ofrece, pues una vez entramos en el juego la experiencia literaria es
completamente satisfactoria. Despierta en el lector una actitud
voyeurista nada despreciable. Así, la lectura nos hace semejantes a
paparazzis, persiguiendo celebridades por las calles. Llegamos a conocer
todos los movimientos de las protagonistas por una improbable Buenos
Aires, en un extraño clima de mundo virtual o paralelo, tan
detalladamente híper-realista como es descrito.
Se trata efectivamente de un ultra-realismo
que dota a sus personajes de gestos tan nimios, tan vacíos, que podemos
cargar de cualquier significado. Por eso la novela acaba siendo mucho
más que una parodia de la Chick Lit, con su epidérmica caracterización y
la menudencia de sus conflictos existenciales, puesto que, aunque
soterrada, se fomenta la compasión por el destino de sus errantes
protagonistas. Pequeños detalles ennoblecen sus figuras mezquinas, y el
lector toma cariño a estos avatares, como el jugador de simuladores de
interacción social puede llegar a sentir empatía hacia sus desdichados y
vacuos monigotes.
Lolita Copacabana ha colmado con éxito su
experimento de estilo, abriendo nuevas posibilidades para, desde la
ficción, explorar ese asunto tan elusivo que llamamos Realidad.
-- una reseña de Tive Martínez aka José María Martínez, publicada originalmente en Los Perros Románticos / Reseñas del Conserje, 2015
--de haber sido escrita en la actualidad, el crítico citaría "E! Entertainment", el libro de transcripciones de reality-shows de la californiana Kate Durbin, como referencia de estilo
-- Lolita Copacabana es Lola Copacabana, presente en la lista Bogotá39-2017, con 39 de los mejores escritores de ficción menores de 40 años de América Latina.
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