"Píldoras
de papel" (Huerga
& Fierro, 2017) o poemas como cápsulas medicinales. ¿Para curar qué
dolencias? Me temo que sean muy variadas —y
existe la sospecha de que la poesía también pueda ser causa de males.
Ana
Patricia Moya (Córdoba, 1982) titula "Sonámbula" al primer bloque de sus poemas, que bien
podría llamarse 'insomne' o 'zombi'. En cualquier caso, se refiere a una mujer —pues
queda claro que estamos en el ámbito de la mujer desde la cita inicial de Adrienne Rich—, una
adolescente torturada por los monstruos que habitan su mente.
La niña de 16 años ha descubierto que Dios no existe, y el
mundo no tiene sentido. Tras la agonía de la revelación, tendrá que aprender a
convivir con esa espantosa lucidez. En un primer momento, los ansiolíticos
funcionan. Pero con el tiempo, no hay química que pueda enfrentarse a la
realidad de Ciudad Angustia.
Estos primeros poemas, en los que la poeta se reconoce en su
época más oscura, son de lectura engañosamente fácil. Varios de ellos están
armados sobre una estructura atormentada, con versos en permanente conflicto
con la métrica y los buenos modales. Es la marca de la casa:
"Sin asomarme a la
taza del váter
mastico
mierda todos días."
El segundo bloque de poemas, "Peter Pan y sus fantasmas" —tan extenso y contundente
que daría para un poemario suelto por sí mismo— cuenta un cuento de la vida en
el que los príncipes son lobos y cerdos y, las princesas, cerdas y brujas.
Es
un cuento agridulce con altas dosis de realidad, de la que no se libran ni los
peores villanos: Garfio, el Hombre del Saco, la Reina de Corazones. Todos pasan
por un filtro de grisura urbana donde las coronas son de cartón de Burger King.
Decir que estos poemas son relecturas feministas de cuentos
infantiles y pelis Disney es
demasiado obvio. Hay más. Hay un fondo de dolor, de pura misantropía que no
repara en géneros, de la que solo salva la ocasional ternura cuando la poeta se
identifica con la hormiga —la de la fábula, de la que se aprovechan las
cigarras—, con Pulgarcita o con la loca de Alicia.
"Sí, yo le he
arruinado la vida a Peter Pan
y a sus secuaces,
pero él me traicionó
me traicionó
porque no existe el refugio de la felicidad eterna
porque no puedo ser niña para siempre."
Los últimos dos bloques son de menor extensión, como una
especie de anexos. "Eso extraño que
llaman amor" incluye poemas con variaciones sobre los horrores
románticos. Para acabar, "Mi corazón
es una tundra" revisita Disney —y Pixar—
con poemas de una técnica más experimental que incorpora citas de Isla Correyero y de nuevo A. Rich.
"Solo nos queda
escribir
testamentos únicos de
supervivencia
para escapar de la
locura
para
dar sentido a tanto dolor."
-- una reseña de Tive Martínez, 2017
-- "Píldoras de papel" de Ana Patricia Moya ha sido publicado por Huerga & Fierro editores, 2017
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