Lo supe un día al tirar de la cadena —alguien se quejó abajo, me pidió que fuera a cagar a otro sitio.
Parece ser que les caía todo el mondongo en la cabeza.
Desde aquello hice mis necesidades en un cubo.
También me dijeron que me duchara con agua fría —que el agua caliente les quemaba la cara.
Un día salió alguien de abajo por un armario.
Me hizo un gesto de silencio y se encendió un cigarro — si fumaban abajo, el túnel se les llenaba de humo.
Se pilló unos cereales y hojeó mis cómics —creo que abajo no les dejaban tener más que libros sin ilustraciones.
Antes de volver al túnel sacó unos cables y una antena para coger la señal del fútbol.
Si lo piensas, es un poco incómodo tener un túnel debajo de tu casa.
Comencé a andar de puntillas, con miedo de que una canica molestará a los de abajo — pero también es verdad que te acostumbras.
Los de abajo son muy discretos.
En principio son personas como las de arriba, solo que no puedo asegurarlo —nunca fui allá abajo.
Una noche soñé que bajaba y era un sitio muy normal .
No había arañas ni ratas —pero no tenían cereales ni cómics.
Se estaba tranquilo menos cuando te caía la caca de los vecinos encima —hay gente que no tiene cuidado.
Todo se acabó de repente cuando chocaron con algo duro y no pudieron continuar el túnel.
Entonces los de abajo se pusieron nerviosos, cavaron por sitios equivocados —y ahí empezó el colapso.
Muchos salieron por los armarios, otros por los wáteres.
Todos tosiendo y con el pelo lleno de tierra —me llamó la atención que algunos salían fumando.
En fin, el vecindario se vino abajo con los túneles.
Todas las calles, las casas, el parque.
Yo traté de salvar los cómics entre los escombros.
Los supervivientes nos miramos raro —como si la mayoría no supiera que vivíamos con ese queso de túneles con personas debajo.
—un poema de Tive Martínez, 2023
—ilustración de PantheraLeo1359531 licencia Creative Commons
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