Me gustan los hombres como el café,
insertados analmente por la impaciencia
Mi meta
es escribir la gran novela americana,
pero
soy canadiense y también un trozo de mierda.
Yo no
sueño.
Ni
siquiera estoy viva.
No me
gusta el sabor de la mayoría de pastillas.
Alucino
cuando veo que te las tragas
así tan
alegremente.
Me
gustaría que me introdujeras en tu boca
igual
que haces con esas pastillas.
Quiero
ser un regusto
en el
fondo de tu lengua.
Quiero
ser lo duro del centro de una piña
que sin
querer tiras a la basura
en
lugar de al compost.
Enséñame
cómo sentirme ultrajada.
Enséñame
cómo estar sentada.
Enséñame
cómo tocarte.
Enséñame
cómo interesarme por algo.
Mientras
estás en el trabajo me toco sola
en tu
cama con la puerta bien abierta
para
que los vecinos me puedan escuchar.
Allí
yazgo inmóvil excepto por mis dedos.
Allí
yazgo hasta que se hace de noche.
Allí
yazgo hasta que la noche se vuelve día.
Y luego
noche.
Y luego
otra vez día.
Y luego
algo completamente diferente,
aunque
me juraste que nunca iba a suceder.
Tu
corazón permanecería roto toda una vida
si no
quisieras arreglarlo.
Tus
ojos permanecerían cerrados toda una vida
si
nunca abandonaras tu cama.
De
repente los pensamientos que tienes se vuelven recuerdos.
De
repente esos recuerdos comienzan a borrarse.
Y
olvidas tus pensamientos.
Y tu
mente se convierte en un sótano vacío
con un
suelo sucio de cemento.
© Sophia Katz (de su próximo libro "The Title Of This Book Is An Inside Joke", Metatron Press 2015)
traducción de José María Martínez
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