Esta mañana soñé que volvías y dejabas una cara
azul de muñeca bajo la colcha de mi madre. Alcancé a voltearla, mientras un
líquido negro se filtraba por una grieta en la pared y formaba un charco
creciente debajo de nuestra cama. La muñeca tenía el pelo azul y la cara azul.
La agarré por los tobillos y la agité como un sonajero de chamán. La agité con
tal fuerza que la cabeza rodó y yo sentí remordimientos.
Me levanté y me sujeté el pelo. Mi bata hacía
surcos en el riachuelo de agua negra. La nariz me comenzó a sangrar, primero
despacio, luego gotas del tamaño de una lágrima que se escurrían por mi
garganta, manchandome cuello y canesú. Mi vestido era el de una muñeca azul.
Caminé sobre el agua a través de las paredes hasta el bosque y un montículo
rocoso. Corté por un sendero y ascendí con los pies desnudos.
Me acosté boca abajo en la cima, canturreando la
música de un sol estriado. Ya no estaba más enfadada. Ya no era más que el
intervalo de una nota entonada por un zorzal en la floresta.
© Patti Smith, 2008 ( traducción: José María Martínez,
2013
© fotografía: Dara Scully
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