El nombre de ANA GORRÍA
(Barcelona, 1979) convoca una singular unanimidad en el panorama literario
actual. En todo lugar se la considera entre las principales nuevas voces
poéticas en español, hecho que no deja de soprender porque su obra se encuentra
dispersa en estos momentos en ediciones menudas o descatalogadas.
He podido comprar un ejemplar
físico de su más reciente plaquette, "LA SOLEDAD DE LAS FORMAS"
(2013, Sol y Sombra), el que hace número 50 y último, con su firma acaracolada.
El placer que siento al tener en mis manos este objeto de lujo modesto se
corresponde con el que me produce su contenido, en el que voy profundizando
poco a poco. La poeta utiliza un lenguaje musical y simbólico, pero que no renuncia
al significado porque éste aparece tras lecturas atentas.
Los poemas parecen surgir
del encuentro o visión de 'formas' en tránsito, cuerpos, siluetas, que debido
a su fugacidad se captan más bien como fantasmas, reflejos, rastros. Se cita un
espacio, Villa Amalia, que tal vez sea un lugar real, o tal vez sea referencia
a la novela de Pascal Quignard y posterior película del mismo título. En
cualquier caso, se trata de formas anónimas, cuerpos confundidos con las
sombras, náufragos en la realidad sentida como laberinto de soledades.
Escribir sobre esta situación
y compartir la escritura con los lectores es el modo que Ana Gorría tiene de
hacer que la 'formas' se sientan un poco menos solas. Démosles cobijo.
© José María Martínez, 2013
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