Mi cuerpo permanece emparedado
en los pasadizos de un castillo
en ruinas.
Lo que anda por el mundo es un
alma en pena
que ya no consigue deslizarse por
las ojivas
cegadas con tanto escombro.
Mi esqueleto de niño está
atrapado
en un lugar al que nadie entra
y del que nadie saldrá jamás.
La infancia es un castillo de
juguete arrasado.
La única pieza que pude rescatar
fue este fantasma de plástico
macilento.
© José María Martínez, 2013
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