Me llevo un libro al
parque
con la vaga intención de hojearlo
mientras mi hijo juega a solas.
No hay nada que hacer; el crío insiste
en que recoja su globo y se lo lance.
Corre un vientecillo, y el globo
hace movimientos inesperados
que resultan divertidos.
Rimbaud
acaba siendo una excelente raqueta
para jugar con un globo deshinchado.
De camino a casa, me pregunto
si no habré encontrado una nueva
función para la inútil poesía.
© José María Martínez / Tive
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