Leo "Antígona González" (2012, sur+ ediciones), pieza ensamblada por la poeta Sara Uribe a partir de diferentes textos —literarios, académicos, periodísticos, testimoniales— de los que la autora se apropia para su reescritura e intervención creativa.
El resultado, magnífico en su elaboración, implacable como vehículo de denuncia, es una suerte de oratorio conducido por la voz de Antígona (González) en busca del cuerpo de su hermano Tadeo (Polínices). Uno de los muchos cuerpos desaparecidos y nunca encontrados por causa de la violencia impune que gobierna México.
El coro de este oratorio amplía y generaliza la tragedia personal. Vendría a ser el contrario de las voces de los muertos de "Pedro Páramo", formado por los familiares supervivientes de tantas víctimas, que, como almas penadas, recorren las galerías del horror sin consuelo ni más respuesta que el terrible algo habrá hecho, se habrá ido con otra.
Releo entonces la dedicatoria manuscrita de la autora en su libro de hace diez años, "Nunca quise detener el tiempo" reeditado ahora en edición bilingüe español/inglés con un escalofrío: "Va este libro de la prehistoria, escrito cuando creía que las palabras podían hacer presente lo ausente".
¿Cómo escribir poemas después de la experiencia de "Antígona González"? Cierto que el tiempo no regresará por arte del lenguaje, ni los cuerpos de los muertos volverán a nuestro abrazo. Pero debemos mantener viva su memoria, y en esto la palabra poética —trabajada, depurada, realzada, emocionante— es de gran ayuda.
-- una reseña de Tive Martínez, 2015
-- "Antígona González" se puede encontrar bajo licencia Creative Commons
http://www.surplusediciones.org
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