lunes, 22 de julio de 2013

MI TIA TIENTA LA MATA DE RUDA



Mi tía tienta la mata de ruda

para comprobar que sigue allí,

donde ella la plantara,

mientras el gato se arquea

y roza contra su mano.



Tengo siete años.

Percibo todo en su detalle,

cada objeto y figura

perfilados por una luz diáfana.

El sol imprime su tibieza

al tiesto y al suelo sencillo de porlan

en esta mañana inicial.

Con nitidez distingo asimismo

el hálito rasposo de la planta,

los vestigios del jabón en la anciana,

la orina acre del felino.



De repente, como llega un dolor,

me asalta la conciencia de su fragilidad.



Comprendo que han de morir, pero

no quiero que mueran nunca.

Desde entonces guardo conmigo la pureza

del instante que ahora revive:

la cola erguida rizando el aire,

el ano que se abre y se cierra con delicadeza,

la mirada transparente de la ciega,

sus finos cabellos,

la blancura.

 © José María Martínez / Tive

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