—a AZ Phadrig
Solo y en vela, y sin batería
me dispongo a tomar el mando del televisor
con el que combatir tristezas en un canal de pago,
pero la mano se me va al lomo pringoso
de una Sagrada Biblia que hace guardia estraté-
gicamente junto al teléfono y otras útiles
informaciones en la mesilla. Dejo que el volumen
se despegue por una página cualquiera, y leo
lo primero que cae en suerte: "El que quiera venir en
pos de mí niéguese a sí mismo, tome su cruz cada
día y sígame. Porque el que quiera salvar su vida,
la perderá; pero quien pierda la vida por mí, la
salvará". Es suficiente. La noche se alarga
y han comenzado a dolerme
las muelas.
De mañana, salgo del hotel con batería
pero solo. Camino con torpeza hacia las puertas
de una iglesia neo-gótica. Nadie me invita a cruzar
el umbral y nadie me impide la entrada, así que
me deslizo con el culo por un banco que está libre,
que no resulta acogedor pero tampoco es incómodo.
Puedo apreciar el cromatismo de unas vidrieras que
realzarían el sombrío interior, si hoy fuera un día
soleado. Huele bien. El incienso me abre el apetito.
Escucho la voz amplificada del párroco: "Lectura
del Santo Evangelio según San Lucas, 9, 23-
25. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque el
que quiera salvar su vida, la perderá; pero quien
pierda la vida por mí, la salvará". Palabra
del Señor.
¿Es eso todo? ¿No hay mayor refugio
que lo que yo ya sabía? —que el azar, la pura
chiripa, rije mi existencia. Igual que estoy aquí, podría
estar en la Morgue por haber cruzado la avenida
embotado en mis tinieblas. Los fieles extienden la lengua
para recibir con gula el Cuerpo de Cristo, que anda
cubierto apenas por un trapo entre las piernas, y su
Sangre. Imagino al padre también desnudo. Un santo de-
capitado mira el techo en éxtasis. Vuelve el dolor,
tan violento que me provoca
una erección.
Salgo de la iglesia neo-gótica,
pero esta vez miro de lado a lado antes de cruzar
en procura de una farmacia abierta.
--un poema de Tive Martínez, 2017
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