Nada más que
este libro de poemas he podido leer de la chihuahuense Esther M. García (Ciudad Juárez, 1987), pero es tal la intensidad
que transmite que, sin conocer su obra narrativa, ya la tengo en gran estima
como autora. "Bitácora de mujeres extrañas" (CONACULTA, 2014)
obtuvo el Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal —por una vez
tuvo sentido tal distinción.
El poemario
se abre con un "Breviario de mujeres", galería de figuras femeninas
con nombre propio y con fecha fatal de defunción. Ellas comparten, además de su
condición sexual —víctimas de por sí de un mundo macho—, todo tipo de explotaciones. Está
la empaquetadora a la que destroza el tabaco y los turnos maquinales, la obesa
alcoholizada ebria de soledad, la desalmada de lengua de cuchillo, la consumida
por la enfermedad mental de su progenitora, la lesbiana oculta, la que compensa
sus carencias con el hijo —"el
tierno monstruo llamado madre"—, la que
muere al dar a luz.
Una
característica de estos poemas es que carecen de mecanicismos: forman un todo
pero cada uno plantea su propia resolución. Así, los últimos poemas, como el de
la mujer atrapada en cuerpo de hombre o el de la discapacitada recluida por su
familia, tienen un final distinto, sin muerte trágica o violenta, abierto a
otras salidas. El último de estos poemas, "Mujer bestia mirando la ciudad",
nos lleva incluso pensar que trata de la propia autora en su descubrimiento de
la poesía auténtica, la que le revela su fiera interior "en los charcos marranosos de la ciudad desierta".
La segunda
serie de poemas, "La embarazada solitaria", está dedicada a "la niña sola", abandonada por
el hombre que la ha preñado. Lo peor es que no se trata de un caso singular,
sino que es ejemplo de otras tantas muchachas que "día a día / (...) con el vientre abultado y / la soledad prendida
al pecho / caminan por el ocaso de la ciudad en ruinas". Este panorama
apocalíptico no deja en buen lugar a una sociedad que es cruel.
La situación
alcanza el mayor patetismo en el poema donde "la embarazada solitaria se masturba / en la medianoche de los
lirios muertos" y "eyacula
el olvido el amor su alma". El último poema, donde detalla los
estragos de la gestación en el cuerpo joven, acaba abruptamente con el dolor de
los primeros momentos del parto. No hay felicidad, no hay nacimiento —solo "una tijera fina cortándola como una
tela".
"Ella
habla" es el
título de la tercera serie. Aquí encontramos los versos más dramáticos: "siempre creí que el amor era golpear
al otro / (...) echarle agua como a un perro". La mujer que habla en
estos poemas se animaliza, se ve a sí misma como un "animalito aplastado" en mitad de la calle. La
culpabilidad y otros asuntos pantanosos propios del psicoanálisis —padre/hijo/amante— comienzan a
aflorar. Y al lector le asalta la terrible posibilidad de que la autora esté
contando sus vivencias en estos momentos. Ciertos detalles hacen pensar que
aquí no hay máscara, que se acabaron los personajes.
Conviene
también recordar que estamos leyendo un magnífico libro de poemas, no asistiendo
a un melodrama exhibicionista. Ciertamente, no es el caso. Hay una figura
paterna espantosa, encarnada en el lobo del cuento de las cabritillas, en "víbora oscura", "ave ebria", "roja langosta". La mujer que lo evoca se considera a sí misma otro lobo que aúlla de terror. Esther
García estremece, porque parece saber de
lo que está hablando, al tiempo que usa la poesía como exorcismo de sus peores
demonios.
La muerte
del padre alcohólico y maltratador, un padre que literalmente revienta por
dentro y se derrama "como un ave
triste / en la cama de hospital", llega finalmente para aportar el
alívio de la compasión. Al perder su fuerza, al desaparecer la amenaza,
regresa, indefenso, el niño.
La última
serie del libro, titulada "Variedad de espinas", es
la más heterogénea. Consiste en poemas/retratos de mujeres "extrañas" que parecen hechos a partir de fotografías de
prensa: la cantora de noche, las niñas prematuramente sexuadas, la asesina, la
toxicómana. En esta serie se incluye el único poema —el dedicado
a las modelos siliconadas— que desentona del resto por su tono grotesco. A continuación, el poema "Suicide girls" revela
explícitamente algunas claves literarias de la poeta, como son Pizarnik, Plath y Sexton —célebres
exorcistas.
"Ma
mère", el poema
que cierra el libro de manera extraordinaria, recoge los temas anteriormente
tratados, como la fusión definitiva de madre e hijo —de carnicero
y de víctima sacrificial— y conlleva la animalización total del creador de engendros, que son los
poemas, que son los monstruos.
-- "Bitácora de mujeres extrañas" de Esther M. García
ejemplar adquirido en http://www.elastillerolibros.com/
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