Dos novedades de poetas valencianas llegan para alegrarme la semana.
Ambas por cortesía de Ediciones En Huida y con ilustración de portada bonita de Raquel Eidem.
"Castigo
divino el de matarnos los domingos" es el debut de María Part (1989) fuera de los escenarios teatrales donde
resulta más habitual. Tiene tablas, María. Y muy buena dicción: sus poemas son
ideales para ser declamados o interpretados, dentro de esa temática de amores y
desamores cotidianos en la que es fácil caer en la tontería. María lo evita con
una voz distintiva, sentido del humor no cargante y dominio de la situación:
Sé que en su día
prometí
que no te volvería a escribir.
Promesas,
como tantas otras,
de las que Ferreiro dice que "no valen
nada".
Y es que
cuando a una verdad a medias
le pones acento vigués
se convierte en irrefutable.
Tú
protagonista de mis todos
poemas
pajas
frases en servilletas
del último bar en el que compartimos un algo
(...)
Resultará interesante leer a María Part en otros registros, que se apuntan
en poemas como "Suspenso en
ortografía":
Detenerse siempre.
Atenerse a las circunstancias.
Atenerse a las circunstancias
de tenerse siempre.
Aquí
los ojos del lingüista
sólo ven.
-Ven solo-
Caracteres,
quizá carácteres.
Cobardía
e
inconsciencia
a dos espacios
de distancia (...)
Carolina Otero (1977), la autora de "Balada
del rímel corrido", también frecuenta los escenarios, en esta ocasión musicales, al frente y
junto a bandas como The Someone Elses o Lülla, entre otras. Esto me lo pone a huevo para decir
que Carolina tiene carretera a sus espaldas, puesto que es autora de cierto
volumen de obra poética y narrativa desde los diecinueve años. La inspiración
musical es obvia en las propias citas que anteceden a los poemas, varios de
ellos con explícita banda sonora. Por no decir que el prólogo es nada menos que
del entrañable Julio Ruiz, uno de los mayores defensores de la escena indie.
Su libro se abre con "Poemas
del Cuerpo", cuerpo que siente como frágil ropaje impuesto. En varios
momentos la poeta alude a la incomodidad con ciertos rasgos físicos o la
necesidad de escapar de sus límites mortales, como buena actualizadora de la
temática barroca en torno a la brevedad de la vida, y la juventud en
particular. Es el momento en que a una se le revela la incongruencia de ir
vestida y maquillada como "princesita",
cuando se es toda una "reina de lo
tremendo", una "zarina de
la hez". Tal vez, Carolina se siente así, "emperatriz de la tragedia", pero sus poemas poseen un
humor desdramatizador con el que quita hierro a lo que, en otros temperamentos,
amargaría la existencia. La melancolía y la nostalgia, al fin y al cabo, nos
embellecen la vida, qué porras.
"Animal" es un intermedio que plantea el deseo como única
alegría que burla la maldita rueda del naces-trabajas-mueres. O, al menos, el deseo,
con su desconcierto, socava la grisura de los días. La segunda y última parte, "Poemas de la noche", se abre
con Patti
Smith y se cierra con PJ Harvey (no es Carolina, creo, de las de "Marry
the Night" de Lady Gaga). Poemas sobre la soledad y los bares, territorios
en los que abunda la pose, y donde con la oscuridad es difícil distinguir a
veces entre los falsos y los verdaderos malditos. Aunque en ocasiones tienten
la pistola y la ventana, la compañía de la mejor amiga y unas vacaciones al sol
ayudan a escapar de pensamientos fúnebres.
Me ha encantado leer los dos libros, descubrir una nueva voz y confirmar
la buena impresión que me dejó el anterior "43 m2". Carolina Otero escribe poemas preciosos como estos:
TRISTE FALDA
Cuánto debes correr
para ser una niña
de nuevo, con cielo en la cara,
lápices de colores
y el pelo revuelto de amor.
Cuántas veces cantaste
para que te dejaran
en aquel patio del colegio
de cipreses machadianos
(vestido: espacio
partido tiempo,
vestido azul y sol naranja),
mirando el éter derramarse
sobre tu triste falda.
Cuánto vale el billete,
barquero amable;
ponga solo la ida
que la vuelta es a rastras.
VARIACIÓN DE UN TEMA ÁRABE
Busco la estrella
que él ha contemplado
mientras fumaba en el balcón,
por si nuestras miradas ciegas
se encuentran. Pero el cielo
de la urbe es turbio café
y, de todas maneras,
creo que aquél prefiere
-el de los ojos de gacela-
su pantalla de ordenador
tan plana, a la noche abierta.
-- "Castigo divino el de matarnos los domingos", María Part (Ediciones en Huida, 2015)
-- "Balada del rímel corrido", Carolina Otero (Ediciones en Huida, 2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario